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viernes, 24 de febrero de 2012

A Través del Lienzo



Hay tantas cosas que todavía no entiendo y no se si están en mi subconsciente o las tengo trabadas entre mis neuronas y mis labios, se que están allí, las siento, pero no logro sacarlas. Hay un sentimiento que es tan para ti pero que no he sabido identificar, probablemente sea una mezcla entre un te extraño-odio-necesito y la costumbre-desprecio-decepción. Esto se entremezclo entre la asignación del cuento fantástico del que no tengo ni idea no sé si es por decepción, ya no veo que hay de fantástico en el mundo a mi todo me parece tan irreal que ya es normal. Todavía no entiendo esos cuentos bonitos y sentimentales, es posible que se me haya secado el alma de tanto guardarme lágrimas. Imagino que estas en tu cuarto, yo sigo aquí frente a mi computadora tratando de dejar a mis dedos libres a ver si me saco esta ansiedad-agonía que hace meses me come viva.



Sabes, a veces he imaginado que soy uno de esos cuadros de tu cuarto y que te veo dormir. Me gusta mucho ese que está a carboncillo de colores en el que una pareja rosa-naranja de líneas muy finas casi invisibles se abraza, apartada de un grupo de extraños azules-grises de lineas gruesas y lejanas pero ahora me doy cuenta que fueron esos extraños los que hacen que la imagen de la pareja se vea quebrada y deshecha. Esta es mi actividad consecuente, pensarte, ya no puedo estar imaginándote cerca de mi, ni mucho menos que yo este cerca de ti. Ya no puedo imaginarme que soy las patas de tu cama o aquel anillo que te di y que me hacia sentirme siempre contigo.

Por querer encontrar algo tibio es que ahora estoy en esta heladera sentir-mental. Recuerdo lo que le dije al viento "me encontraras", aunque yo siento que me perdí; y esto no lo digo por ti: el humano es abstracto-cambio-evolución y yo siento que estoy encapsulada en formas, delimitada en el tiempo, mi ser consciente ahora piensa en ti cuando debería resolver cosas; mi ser inconsciente se esconde ante mi, es posible que tenga miedo a decirme las verdades en mi cara-mente-voz. Es mejor dejar las cosas así por un momento, mejor suelto esta computadora y me voy.

Bañada, vestida y perfumada camino al metro, hoy la tarde está especialmente fría, pero el sol está allí escondido tras alguna nube. Bajo los escalones de la estación y veo la imagen de siempre, los torniquetes que tienen mi edad a nosotros nos instalaron en esta ciudad en 1983 y desde entonces vemos pasar a la gente todos los días. Sigo mi camino, el tren esta llegando, voy con el paso un poco más apresurado, bajo corriendo las escaleras porque mi paso de "no voy a correr-camino rápido pero digna" no me alcanza para llegar al vagón. Raramente este domingo hay poca gente, mientras decido en que estación me voy a bajar y que haré, siguen los vagones recorriendo estaciones.

Me bajo en Altamira, quiero comer en esa Trattoria a la que tantas veces te invité, ahí estas tu de nuevo, me siento y el mesonero con una sonrisa me da las buenas tardes y la carta, pido una copa de vino blanco, una ensalada y le insisto al mesonero por segunda vez que no estoy esperando a nadie; termino, pago la cuenta y procuro caminar un rato. La tarde sigue gris, pero igual es mejor caminar que estar encerrada en un cuarto siendo un-cuadro-más.

Empiezo a caminar por Altamira bajo y subo por la plaza varias veces, pero decido sentarme caminar me ayuda a pensar, y ya no quiero hacerlo; del otro lado de la plaza veo unas líneas azules-grises que se mueven en conjunto, pienso que son cosas mías, creo que estoy perdiendo la poca cordura que me queda, pero no, caminando delante las rayas gruesas está la pareja, si esa roja-naranja, las líneas de ellos ya no están y parece que de sus bocas salen escarchas de color, pero mi banco del parque está perdiendo las líneas, su color se va transparentando. Yo no entiendo, no aguanto ninguna realidad es realidad, siento la mirada de los extraños y entro en la estación, no lo soporto. La marea de gente me lleva miserable-mente, me tropiezan y caigo en el anden, las luces cada vez van más rápido hacia mi, veo las líneas desfallecidas de mi cuerpo. ¡Ya no soy!

El aviso de la batería de mi computadora dio un chillido...

Nathaly Kane Lowel

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